Ella se mueve en el viento.
Se esconde en las sombras.
Arremolina el polvo a sus pies.
No respira, es aliento.
Te acaricia la piel con un tacto frío.
Helado beso de muerte.
Ella es humo blanco y gris.
Como niebla matutina,
como cortina vespertina en el cielo.
Como velo opaco de noche.
Ella es la sensación de desesperación.
La desgracia en las cosas.
La desolación en medio de la esperanza.
La vida hueca, sin vida.
Un alma deambulante entre los vivos.
Un huésped alojado entre la realidad y el ensueño.
Ella es la sonrisa en las rosas muertas.
La pereza en los copos de nieve al caer.
La pesada caída de las gotas de lluvia.
La helada sensación del aire en invierno.
La fresca brisa de las playas en otoño.
El seco susurro en los témpanos del norte.
Ella es la belleza que pocos pueden ver.
Una extraña criatura, atrapada en un mundo traslucido.
Una fiera tímida que se esconde de los ojos.
Pero que siempre mira.
Siempre observa.
Siempre ve.
Ella es el espectro de media noche.
La silueta blanca que recorre los valles.
La flor que suelta su aroma en el aire.
El viento suave y gélido que recorre los campos.
La baja temperatura que se asienta en tu cuarto.
El roció en las hojas.
La luz de la luna.
Ella es el fantasma que guarda en su centro el eco del amor.
El espectro que sigue esperando a su amado.
Carlos Duarte.