Esto es lo que siento cuando no estás,
cuando mis emociones están a flor de piel y no te encuentro,
cuando mi cuerpo clama por tu calor en medio de la noche,
cuando mi garganta se asfixia por no tener tu aliento en ella,
cuando trato de soñar con un cielo lleno de estrellas
y una nube negra y llena de seres inmundo me abruman:
siento hielo.
Hielo fluir por mis venas como ríos congelados;
hielo al tratar de calentar mi cuerpo con el edredón enredado,
hielo de noche y hielo de día,
hielo en mi boca y en mi pecho,
en mi corazón sin vida.
Siento hielo en mis pestañas tiesas, están congeladas,
siento como mi voz se va apagando y no puedo gritar,
no puedo hablar y mi boca se mueve,
pero de ella no sale sonido,
me siente abatido.
Me siento abrumado y con el cuerpo cansado.
Te veo en las sombras y corro hacia ti,
pero no estás ahí, es solo el fantasma de tu recuerdo,
el cuál me asecha de noche y atormenta mi mente.
Me encierro en mi caja de cristal y cierro con llave,
me envuelvo en mi manta celestial y me monto en mi nave
y me escapo de la realidad, bajo el calor de la manta que me regalaste,
bajo la ilusión de un día, de nuevo encontrarte.
Y despierto. Y respiro. Y mi piel congelada,
grita por uno de tus suspiros.
Y me siento tieso. No me puedo mover en mi cama.
Espero paciente, el beso de la muerte.
Y creo verla en la puerta, con su capucha gris y gastada,
es bella en realidad, no como la describen los demás,
si no bella, de verdad es hermosa,
y me sonríe y coquetea.
Pero luego desaparece y se esfuma como humo.
Y en ese vacío entre sombras, apareces tu,
con tu luz de estrella:
plateada y tenue.
Y me sonríes y comienzo a sentir diferente.
Me descongelo. Me siento caliente.
Me siento vivo de nuevo.
El hielo de mis venas se derrite. La fría sensación de mi cuerpo de esfuma,
solo queda el calor y la promesa del amor.
De tu amor.
Y caminas hacía mi, y me besas en la mejilla.
Y mis manos se despegan de la cama,
se alejan de mi cuerpo.
Se levantan mis brazos de su sueño prolongado
y los siento grandes y pesados.
Entonces tu los coges con tus dedos hermosos,
son tibios y preciosos,
y enseguida mis brazos se vuelven ligeros como las plumas
y se dirigen a tu rostro y lo tocan,
lo acarician. Lo acercan al mío.
Y te beso.
Te beso con desesperación.
Te beso con increíble pasión.
Te beso como nunca antes lo había hecho.
Te beso como si fuera en mi vida,
el último de mis besos.
Me pierdo en tu boca, en tu lengua,
en tu aliento, en tu sabor dulce,
en tus perlas blancas y brillantes,
en tus ojos negros e intrigantes.
En tu alma pura y deslumbrante.
Te beso, te acaricio, te acerco, te arrebato, te pego a mi.
Te hago parte de mi.
De mi...
El hielo se derritió. Ya no existe más en mi cuerpo.
Ya no existe más en mi vida,
pues tu cálida bienvenida,
me a devuelto a la vida.
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