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miércoles, 24 de septiembre de 2014

Salvador.




En las sombras, camino ciego y sin sendero. Estoy perdido y busco algo que me pueda guiar. Hay sombras y cosas blancas que corren de un lado a otro y un bosque de árboles inmensos como edificios y en sus copas hay fuego y todo a mi alrededor de quema como sí estuviera en un infierno del cual no hubiera salida. Y al caer desfallecido sobre mis rodillas y tapar mi rostro con mis manos llenas de cenizas, veo a través de mis dedos una luz filtrarse y pienso que es el fuego que ya me abraza y me comienza a quemar, e incluso grito y me da miedo morir en medio de este páramo abandonado del universo. Pero al destapar mis ojos y ver lo que brilla, me doy cuenta de que es tu mano de luz que me sostiene y me dice: levántate. Y veo tu rostro brillante y tus manos sangrientas y tu sonrisa que me ilumina, y mi miedo se disipa como humo en el aire y me siento seguro. Me pongo de pie y siento tu amor penetrar las fibras más delicadas y las ásperas de mi ser y de mi alma, y entonces puedo ser libre. Y puedo correr y romper las barreras de la cárcel que me mantiene cautivo en este mundo de dolor. Y puedo gritar que te amo y el viento y la tierra, el agua y el fuego me absorben en un respiro, y en un abrir y un cerrar de ojos soy un alma nueva. Soy un ser nuevo y vuelo a través del espacio y entre los miles de cientos de millones de galaxias.

Y sólo entonces, después de superar mi mortalidad terrenal, soy libre y soy nuevo en ti.

Mi Salvador.

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