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lunes, 1 de diciembre de 2014

El cuento sin fin.



Dos niñas escribieron en un papel un cuento sobre un gigante, el cual no tuvo un final. Una década después, un joven granjero encontró ese papel y le añadió dos hojas más. Dos décadas más pasaron y el cuento iba de mano en mano, creciendo, se iba alargando. Ahora lo tengo en mis manos, tiene cientos de hojas viejas y otras nuevas. Ahora, yo agregaré una más a ese cuento. Y luego, lo dejaré en un lugar secreto, para que más adelante, alguien le pueda agregar una hoja más.

Carlos Duarte.

Constelaciones.



No hay luz. La oscuridad reina. Un hombre encapuchado vuela entre la oscuridad, lleva en su mano piedras brillantes. Las coloca estratégicamente en el cielo oscuro. Luego las une con líneas plateadas y con ellas forma imágenes. Una línea aquí, otra línea allá. Y con puntos y trazos, las estrellas vida fueron tomando. Orión, el Cazador. Camelopardalis, la Jirafa estelar. Tauro, el Toro protector. Leo, el Rey de los astros. Pegasus, la alianza entre cielo y estrellas. Así nacieron las constelaciones en el cielo nocturno.

Carlos Duarte.

Madre e hija.



Hace muchos años, conocí a una mujer joven y hermosa, y a su hija desgraciada y simplona. La mujer gustaba de las noches de lujo y placer, y de la compañía de uno que otro caballero adinerado. La hija siempre se quedaba sola en casa, jugando con muñecas y osos de felpa. Años después, la niña los dejó y la madre a sus salidas abandonó. Ahora la niña sale a fiestas de noche y la madre se queda en casa, tejiendo bufandas. A los 16 años la hija se embarazó. La madre con el bebé se quedó, pues su hija siguió su ejemplo: no te preocupes por los hijos, otros los cuidaran o ellos mismos lo harán. La madre se lamenta ahora y llora día y noche.

Carlos Duarte.

El cantar infinito.


Dos mujeres están a la orilla de una playa helada. Una canta una canción y la otra silba una melodía. Al otro lado del mar, dos hombres tocan a la orilla de una playa helada. Uno acaricia un cello y el otro toca un piano. En la otra playa helada, las dos mujeres dejan de cantar y en el otro extremo, los hombres dejan de tocar. Se hace de noche. La luna aparece. En una isla en medio del mar, cuatro sirenas cantan a la luna. Dos de ellas tocan música con conchas de mar y dos cantan a una noche estrellada con voces de aquellas que te pueden dejar encantado. La noche no avanza, se vuelve eterna. Las voces de las sirenas no callan y el cantar se vuelve infinito.

Carlos Duarte.

Tito y los chicharos de oro.



En una vieja provincia vivía un niño llamado Tito. Él era pobre y deseaba un día ser muy rico. Una mañana de verano, dos hombres de traje llegaron a su casa, le pidieron agua, pues viajan desde lejos y no habían bebido nada. Como pago, a Tito le dieron siete chicharos de oro. Cada chícharo representaba un valor y cuando él se los comiera, sería un hombre sabio y de gran honor. Tito no les creyó ni una palabra y los insultó. Tiró los chicharos al lodo y los olvidó. Tiempo después, una planta nació y chicharos de oro ella dio, y cual fue la desgracia de Tito, los chicharos cayeron en el patio enlodado de su vecino desamparado. El vecino rico se volvió y pobre Tito se quedó.

Carlos Duarte.