En una vieja provincia vivía un niño llamado Tito. Él era pobre y deseaba un día ser muy rico. Una mañana de verano, dos hombres de traje llegaron a su casa, le pidieron agua, pues viajan desde lejos y no habían bebido nada. Como pago, a Tito le dieron siete chicharos de oro. Cada chícharo representaba un valor y cuando él se los comiera, sería un hombre sabio y de gran honor. Tito no les creyó ni una palabra y los insultó. Tiró los chicharos al lodo y los olvidó. Tiempo después, una planta nació y chicharos de oro ella dio, y cual fue la desgracia de Tito, los chicharos cayeron en el patio enlodado de su vecino desamparado. El vecino rico se volvió y pobre Tito se quedó.
Carlos Duarte.
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