Hace muchos años, conocí a una mujer joven y hermosa, y a su hija desgraciada y simplona. La mujer gustaba de las noches de lujo y placer, y de la compañía de uno que otro caballero adinerado. La hija siempre se quedaba sola en casa, jugando con muñecas y osos de felpa. Años después, la niña los dejó y la madre a sus salidas abandonó. Ahora la niña sale a fiestas de noche y la madre se queda en casa, tejiendo bufandas. A los 16 años la hija se embarazó. La madre con el bebé se quedó, pues su hija siguió su ejemplo: no te preocupes por los hijos, otros los cuidaran o ellos mismos lo harán. La madre se lamenta ahora y llora día y noche.
Carlos Duarte.
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