Te veo llegar tras la cortina blanca de la mañana,
llegas con tu carroza de cristal; majestuosa y celestial.
Te veo mirarme tras el velo que cubre tu rostro,
y a tu sonrisa escarlata mostrar tus dientes con un brillo de plata.
Has dejado en mi un perfume que me obliga a regresar a tus pies,
has dejado en mi una adicción, una tentación.
Tal vez me has inyectado en las venas tu deliciosa maldición.
Tal vez has puesto en mis ojos la venda de tu seducción
y me has hecho perder del tiempo la noción.
Me llamas y corro hacia ti, me tocas y me paralizo ante ti.
Me besas, acaricias; me haces caer al infierno en un instante
y me devuelves a los cielos en otro.
Torturas mi carne con tus uñas y destrozas mis huesos con tu cuerpo;
aprisionas mi alma entre tus manos
y juegas con ella como lo haría un niño de seis años.
Pues me tienes atrapado, me tienes encantado.
Y yo conservo tu aroma, tu fragancia y tu la luz de tu aureola.
Entre mis huesos, carne y alma,
viajo contigo en un mar lleno de calma.
Carlos Duarte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario