Lodebeshacerlodebeshacerlodebeshacer.
Extendí las manos y las apoyé sobre mis oídos. Quería callarlas. Apagarlas. Mi
cabeza estallaba y ellas seguían. Lodebeshacerlodebeshacerlodebeshacer. ¿Debía
escucharlas? ¿Debía hacerlo? No se callan. Aunque ponga la música a todo
volumen, ellas… Siguen. Acuchillan mis tímpanos. Taladran mi cabeza. Me
torturan día y noche. Frente a mi hay una cuerda, está sobre la mesa. La tomé. La
cuerda era suave. La até en un palo viejo y alto y la puse alrededor de mi
cuello. Subí a una silla, luego a la mesa y salté. Solo así se callaron las
voces.
Carlos Duarte.
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