Mis brazos pesan bajo la sombra de la noche.
Hay música en el aire.
En el cielo brillan las estrellas.
Estoy parado a la orilla de un lago.
Las montañas me rodean.
Hay fango en mis pies y la tierra huele húmeda.
El viento susurra en mis oídos y me canta.
Me duele el cuerpo, duele y quema...
Mis músculos se contraen.
Mi cuerpo se tensa.
Algo pide salir de mi cuerpo, pide salir de mi alma.
La luna me observa, escucha mi clamor.
Un grito de desesperación escapa de mi garganta.
Me estoy transformando.
Mi cuerpo arde como mil brazas en la hoguera.
Se quema y calienta el aire que me rodea.
El agua me llama, me pide abrazarla.
Entro en ella, poco a poco.
Mis manos están cambiando.
Mis dedos se transforman: de carne a plumas.
Plumas negras que me cubren como el agua misma.
La plumas se sienten como agujas que escapan de mi carne.
Duelen, rasgan mi cuerpo.
Voy cambiando.
Mis ojos se vuelven rojos, rojos como sangre.
Mi boca es un caparazón.
Mi voz es un graznido.
Y de un instante a otro, escapo de las aguas heladas y vuelo alto.
Llego hasta donde las estrellas me llaman y la luna me sonríe.
El cielo me recibe con sus brazos abiertos.
Las nubes son mi cama; mi nido.
Y la tierra me mira. Mi reflejo se pinta en el lago.
Estoy volando alto.
En un Cuervo me he convertido.
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