Se que lo he dicho ya varias veces.
También sé que lo has leído, ya, varias veces.
Pero es algo que siento,
algo que no puedo simplemente suprimir
de mi mente y de mi cuerpo,
no es tan fácil como evitar caer en llanto,
o quebrarse ante el pesado lamento.
No. No lo es, mi apreciado reflejo.
Vivía en un espejo yo atrapado,
en un gigante cristal reflejado,
en el cual, al mirar al otro lado,
podía siempre encontrar
a mi silueta desfigurada,
una irregular mancha reflejada.
Así era todo el tiempo:
una mancha de matices grises y blancos colores,
negros y ocres tonos menores.
Pero fue una tarde soleada, bajo un árbol de ramas gigantes,
de raíces fuertes y pequeñas hojas flotantes,
donde el gris de mi mundo en desastre,
adquirió poco a poco tonos más alegres y deslumbrantes.
No puedo descifrar como mi reflejo en mi mundo de espejos,
tomo forma, aunque no la mía para ser sinceros,
era diferente en todos sus ángulos
y a la ves tan similar en muchos de ellos.
Lo saludé. Le dije HOLA,
y lo invité a comer.
Fue un picnic como pocos había tenido antes,
y fue tan natural, tan normal,
que me sentí a gusto con mi nuevo compañero.
Pero últimamente, mi reflejo en este espejo,
se ha difuminado notablemente,
ha desaparecido, prácticamente,
y eso me pone triste.
Me hace sentir impotente,
pues había acostumbrado mi mirada,
a su sombra reflejada en el cristal,
y mis oídos habían graduado los sonidos
que su voz emitía,
y la forma en como yo los oía.
Me había acostumbrado a su incondicional compañía.
Sabía siempre, que a pesar de la distancia,
a pesar de si el viento soplaba
o si la lluvia mojaba,
estarías sentado bajo ese árbol,
sonriendo y algunas veces aburrido,
tal vez un poco enojado o simplemente malhumorado.
Pero ahí estarías,
y tu simple compañía,
me reconfortaría,
tal vez alguna sonrisa me sacaría.
Extraño ver el mar al atardecer
mientras contábamos historias de nuestros diferentes amaneceres,
o de las aventuras en las galaxias,
y alguna que otra conquista
de doncellas o guerreras.
Recuerdo tu voz pesada y tu acento un tanto mal entonado,
igual cuando te sentabas a pensar e ignorabas al mundo,
como lo hago yo al relatar o al redactar.
Cuando voy una historia a contar.
O tu ridículo peinado de libro abierto,
que siempre me causaba gracia,
porque era, simplemente, algo tan al descubierto,
algo, de verdad, gracioso y jubiloso.
Recuerdo eso y muchas otras cosa de ti,
como si hubiese sido ayer que las vi,
como si el tiempo regresara en mi mente,
y se implantara ahí para mi mala suerte.
Hay tantas cosas que diría de ti,
como tu miedo a las agujas,
o tu transformación del asco por los jeans,
a tu enamoramiento por unos pantalones que decían "beans",
de tu obsesión por animales poco usuales,
y tu admiración por cosas mundanas y casuales.
Tantas, de verdad, tantas cosas...
Hoy solo me queda decirte:
te extraño reflejo.
Y espero que pronto pueda verte,
de nuevo reflejado en mi espejo.
♘
lundërtar.
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