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lunes, 18 de noviembre de 2013

Quererte y odiarte.



A veces no entiendo tu pensar,
ni tu manera de hablar y mucho menos
tu estúpido y paralizado caminar.
A veces, simplemente tiendo a odiarte.

Y no es que lo haga a propósito,
pues la mayor parte del tiempo no es así,
ya que en ti se que tengo un inmenso depósito,
una fuga a mis cargas terrenales.

Pero es difícil comprenderte.
Es complicado entenderte.

Eres, literalmente, un cometa irreverente,
te escapas de mi vista por siglos,
y luego, de la nada, apareces cabalmente,
desenredas y destrozas de mi vista los complejos hilos.

Tu asquerosa y deslumbrante luz de estrella,
desorbita de mi mente mis molestias y mis más encarnadas penas.
Lo haces mucho mejor a como lo hace ella,
y eso me enfurece, me enloquece.
Me enoja, de verdad me enoja.

Porque se que a pesar de odiarte,
siempre tiendo a quererte.

Es complejo tu panorama.
Es un juego en toda mi negra y blanca gama.
Es como una gema cegadora, como lana, blanca lana.

Siempre tiendo a odiarte,
pero recaigo en quererte.

Siempre tiendo a olvidarte,
pero no puedo simplemente,
de mi descontrolada mente,
suprimirte y borrarte.

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