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lunes, 11 de noviembre de 2013

Un caballero con una copa de vino.



La tarde rasgaba los cielos con su intenso color ocre,
el fuego qué quemaba el horizonte, inundaba el infinito,
las nubes mismas se fundían con el magma de las estrellas,
y las estrellas mismas se perdían en la oscuridad; en lo desconocido.

Desde su ventana entre sombras, cubierta de polvo por fuera,
custodiada por dos cortinas pesadas, él vigila.
Él acecha y mira desde su trono de pana,
al mundo arder ante las brazas del fuego, 
ante la furia del sol,
para luego volverse carbón, volverse ceniza:
negra, a toda prisa.

Sus ojos violeta miraban tras el cristal, eran dos estrellas caídas,
que buscaban sin cesar una chispa en ese lienzo en llamas;
algo en él qué le dijera con precisión, el motivo de su razón,
de su existir, de su vivir...

Dos milenios habían pasado. Dos mil años en ese estado inalterado.
Varias vidas que se convergen en una, y una vida que las vivió todas.
¿Era esa su tortura o era esa su bendición?
¿Es que acaso esta era su maldición?
¿Ser temido y respetado?
¿Ser odiado y despreciado?

Tener ese efecto en los demás,
en esa gente que siempre está presente:
la adoración y la devoción,
el miedo y el temor,
el desprecio y el amor...

Pero eso era: el amor, lo que lo torturaba,
lo que hacía volver siempre a sus inicios,
a su silla de pana, con una copa de vino en la mano,
y una botella entera en la cama. 

Una mujer... una mortal.
Una bella y delicada flor celestial.
El motivo de su demencia, y la causa de su carencia.

Las mujeres te pueden dar todo y quitártelo tan rápido como un latido.
Pueden darte el amor y luego dejarte desolado,
pudriéndote en tu maldición.
Consumiéndote en tu desesperación. 

Este era su pensar, su eterno recuerdo.
Fue una mujer quien lo convirtió en un monstruo eterno.
En una criatura nocturna, incapaz de ver al sol en su esplendor.
En su apogeo, y tener de él la luz de nuevo.

Fue hace Dos Milenios que su maldición comenzó,
al perderse en el cuerpo de una amante,
de una bella y deseable acompañante,
conjurando un hechizo, que a ambos encantó,
pero solo a uno afectó.

sáriviv otidlam y sáres onretE
...ortseun odacep ,oím etnamA


El caballero eterno. El maldito por siempre,
vigila desde su ventana.
El espera y acecha, bajo su mirada violeta.
El vigila y admira,
al mundo morir bajo el fuego.

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