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jueves, 31 de octubre de 2013

El Caballero Blanco.



Lo vi. Él estaba de frente a un espejo negro,
el cuál no reflejaba nada, excepto a él,
al Caballero Blanco.

Si, era él, estoy seguro...
con su coraza de blanca luz 
y la espada que portaba con coraje y valor,
lleno de orgullo y energía,
de luz y armonía.

Esa espada reflejaba su juventud.

Su eterna acompañante, la cual ocultaba sus secretos,
escondía sus vergüenzas y resaltaba sus grandezas,
pues ese era su trabajo: ser para el Caballero
un ejemplar de digno trato.

Su coraza decorada, con soles poderosos,
estrellas deslumbrantes y planetas majestuosos
lo hacían ver elegante e intimidante,
como un caballo de pelaje perlado, dispuesto a luchar.

Estaba frente a un espejo negro, y en él
solo un reflejo se dejaba ver,
pero no era del todo el mismo caballero.
Había algo diferente en el espejo.

Las paredes, los candelabros, 
las velas y las llamas pequeñas
eran divertidos fantasmas que no se dejaban ver
en del espejo la fachada.

Solo estaban el caballero de coraza de plata,
y de frente, un caballero de armadura muy obscura;
¿quién era ese reflejo?, no lo se,
si era del caballero blanco su imagen,
eso era algo que no se delimita en este margen.

Sus miradas se cruzaron.
Sus ojos reflejaban un sentimiento intenso.

¿Odio?

 ¿Furia? 

¿Venganza?

¿Rabia?

Era todas esas mezcladas, hechas una convinación
de emociones.
Él, el de coraza plateada, con ojos de un negro acosante
y de cabello azabache, como de un cuervo el plumaje,
lo miraba a él, el caballero negro.

El otro, de ojos azul como turquesa,
de cabellos dorados como el sol
y nariz delineada, perfecta,
mirada serena y postura correcta.

Una espada se alzo y al mismo tiempo la otra lo hizo,
y con fuerza y energía, ambas tocaron el cristal negro,
esa obsidiana que reflejaba a ambos
termino hecha trizas y esparcida por todos lados.

El espejo explotó,
las espadas lo acariciaron y un destello verde
de ambas fue arrojado.

El Caballero Blanco regreso hacia mi su mirada;
Él lloraba.

Sus lagrimas quemaban ahí donde acariciaban su piel,
dejando tras de ellas una hemorragia,
un hilo de color escarlata,
sangre pura,
sangre viva.

El Caballero Blanco lamentaba el espejo,
se desgarraba pon dentro,
pues aquel viejo espectro
era lo único que lo unía a su propio reflejo.


Jägare Stjärnor

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