Nevaba esa mañana de enero,
y el aire helado anunciaba la llegada de febrero
como un ángel de alas congeladas
y vestido de blanco, como algunas de las hadas.
El cielo era gris y el sol tenue y suave;
las nubes lo cubrían,
ellas revoloteaban como un ave
y hacían todo mas sereno, mas calmado,
menos desesperado.
En un gran pino se posaba silencioso
un cuervo de un plumaje muy curioso:
era blanco, como la nieve de es mañana,
y se difundía con el entorno,
la nieve escondía su contorno.
Lo observaba en la distancia, escondido
tras una cortina de lino tejido
y el cuervo de plumaje blanco,
graznaba y con tono ronco chillaba .
Había algo en ese Cuervo, algo macabro tal vez,
o algo misterioso, desconocido y sustancioso.
Era de ojos azules como zafiro,
de pico mate como marfil
y garras tersas que yo bien miro,
tras la tela de mi cortina, escondido tras mi cabina.
El Cuervo me ignoraba, de hecho ni me miraba
veía a la distancia, hacia el horizonte,
y en ese tema, en el misterio, yo soy un completo zote;
pero el Cuervo Blanco algo buscaba,
pues su vista de ahí no se quitaba.
Miraba fijo el inmenso campo de nieve asentada,
de pinos escarchados y casas sepultadas,
pero él, a pesar de la tempestad de afuera,
no se estropeaba, no se movía, no hacia nada.
Solo observaba.
Y en la distancia, lejos, mas allá del horizonte,
una figura alta y encapuchada,
montada en un gran cimarrón de azabache porte,
lo miraba, lo llamaba, lo reclamaba...
El cuervo voló hacia esa dirección,
saltó al vacío y planeo elegante
hasta desaparecer en la nieve,
y luego volver a aparecer en el cielo,
entre las nubes grises, se definía su relieve.
El Cuervo Blanco graznó
levanto sus alas y entonces voló;
hacia su amo voló,
un Caballero Negro,
que esperaba a su guía
en la cima de una colina...
Jägare Stjärnor
y el cuervo de plumaje blanco,
graznaba y con tono ronco chillaba .
Había algo en ese Cuervo, algo macabro tal vez,
o algo misterioso, desconocido y sustancioso.
Era de ojos azules como zafiro,
de pico mate como marfil
y garras tersas que yo bien miro,
tras la tela de mi cortina, escondido tras mi cabina.
El Cuervo me ignoraba, de hecho ni me miraba
veía a la distancia, hacia el horizonte,
y en ese tema, en el misterio, yo soy un completo zote;
pero el Cuervo Blanco algo buscaba,
pues su vista de ahí no se quitaba.
Miraba fijo el inmenso campo de nieve asentada,
de pinos escarchados y casas sepultadas,
pero él, a pesar de la tempestad de afuera,
no se estropeaba, no se movía, no hacia nada.
Solo observaba.
Y en la distancia, lejos, mas allá del horizonte,
una figura alta y encapuchada,
montada en un gran cimarrón de azabache porte,
lo miraba, lo llamaba, lo reclamaba...
El cuervo voló hacia esa dirección,
saltó al vacío y planeo elegante
hasta desaparecer en la nieve,
y luego volver a aparecer en el cielo,
entre las nubes grises, se definía su relieve.
El Cuervo Blanco graznó
levanto sus alas y entonces voló;
hacia su amo voló,
un Caballero Negro,
que esperaba a su guía
en la cima de una colina...
Jägare Stjärnor
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